Raid Mauritania 2.009
Recién llegados de África mi Patrol y yo, a cual más reventado con más de 8000 Km. y 1.200 litros de combustible a una media de 49.6 km. por hora.
Hace tres semanas cruzamos Marruecos y el Sahara español en dos días, conduciendo 14 horas diarias por las peligrosas carreteras africanas que de noche son una ruleta rusa, en la que después de tantas horas de conducción, las luces de los camiones que se te cruzan invadiendo parte de tu calzada te obligan a apartar la mirada del reflejo de sus luces, pasando a escasos centímetros de nuestros morros.
Cada vez que viajo a África me parece algo normal, solo al volver te das cuenta de su peligrosidad pero allí te acostumbras, y al final parece convertirse en una especie de juego virtual en el que parece que si chocas lo único que haces es que pierdes la partida y echas otro euro para continuar jugando. Aún así, allí no es tan peligroso, todas tus alertas adormecidas en España se activan allí y los reflejos se multiplican.
Tras los lentos y primitivos trámites en la penosa frontera Mauritana y atravesar la zona libre, territorio de nadie, una trialera de 4 kilómetros atiborrada de minas y coches reventados por ellas, iniciamos nuestra ruta por el país en dirección a Malí, donde llegamos a Atar, y después a Chinguetti, la séptima ciudad santa del Islam.
Después, rumbo a Oriente y más tarde al sur para acometer una zona desértica entre un inmenso mar de sol y dunas desde Ouadane hasta Tidjikja.
Las autoridades solo nos dan referencias de que todos lo realizan desde una pista de Atar a Tidjikja, pero que atravesando las dunas a pelo no es posible, que por donde lo hicimos fue una sonada etapa del Dakar del 2.000 en la que solo lo cruzaron con éxito dos Mitsubishis, teniendo que ser rescatados de la arena todos los demás.
Nosotros, al haber llovido un poco y no tener la prisa de los Dakarianos por llegar a meta lo tendríamos algo más fácil aunque impresionaba ver lo que teníamos por delante, y si una vez dentro hay problemas y los coches no quieren avanzar……mejor estar muy preparado física, psíquica y técnicamente para salir de allí a pié.
Cuando en los numerosos controles militares nos preguntaban que por donde pensábamos atravesar el desierto nos trataban de pirados y decían que no era posible y que por allí no pasaba nunca nadie. Ante nuestra insistencia, se daban la vuelta con un gesto de..... Insaláh....Si Dios quiere. ¡Vamos, que nos mandaban a paseo por orates!
Tardamos 3 días en sortear el mar de dunas, conducíamos 12 horas diarias y hacíamos tan solo 100 Km. diarios por la dificultad de la navegación, la complicación de esas dunas, distintas en color y densidad a las que conocíamos y por los continuos atrancos, que nos hacían palear repetidamente bajo los coches para liberarlos cuando se los tragaba la arena.
Una tormenta de arena estando en medio de ese Erg, muy habitual en el desierto en estas épocas, nos habría puesto las cosas realmente serias, pero ya estábamos allí y no había vuelta atrás, si la mecánica funcionaba y la climatología no nos jugaba una mala pasada, la gran experiencia de navegación en dunas de nuestros guías era una buena garantía.
Sentía una gran sensación de claustrofobia. No ver alrededor tuyo más horizonte que arena en cientos de kilómetros y que la mayoría de los que allí estábamos por físico, dependíamos de la mecánica de nuestros coches para poder escapar de allí, te sobrecogía.
Si los TTs encallan en el desierto por una climatología adversa y se paran a 200 Km. de una pista transitada, caminar 50 Km. diarios para sortearlo en 4 días y calcular el agua que debería de cargar fue lo primero que me sobrevino a mi cabeza. ¿Quien aguantaría durmiendo por el día y caminando 50 Km. cada noche con el poco agua que se podía trasladar?
Allí tampoco se piensa mucho en ello, la cabeza no mide el riesgo con los mismos baremos que en Europa y como los nómadas, vives el momento y no se percibe el peligro igual que en la urbe, pero ya aquí, con la cabeza fría y recobrando la "mentalidad temerosa y protectora occidental" se ve como una temeridad.
Tan inhóspito y agreste era el lugar que pasamos por una zona militar secreta del ejército Mauritano fronteriza con Malí y al ver acercarse nuestros 10 coches por donde nunca habían visto a nadie, hicieron que saliese toda la guarnición a interceptarnos antes de acercarnos más a las instalaciones. Nos debieron de confundir con los bandidos que son frecuentes en esa zona y que hace poco degollaron a una patrulla Mauritana. Salieron todos apoyados por dos todo terrenos con ametralladora que pusieron uno a cada lado de nuestra caravana, desplegándose todos los soldados que los ocupaban, rodeándonos, tirándose cuerpo a tierra y apuntándonos desde las dunas hasta que llego el mando de la guarnición.
Cuando nos preguntaron que hacíamos allí el tío flipaba. Estamos de Rally 4x4. ¡Pero que Rally! decía llevándose las manos a la cabeza sin creerse lo que estaba viendo, pero ya cuando le explicábamos por donde habíamos venido y por donde tratábamos de marchar si no nos ametrallaba antes… el tipo ya bizqueaba y miraba al cielo frotándose la testa. ¡Si nadie ha pasado por allí, nunca! ¡No se puede, es imposible ir por allí!
Después de varias gestiones por teléfono satélite del jefe militar con sus mandos de la capital y sin tener claro quien pasó más miedo, si ellos de los bandidos, o nosotros de estar encañonados media hora por unos asustados soldados que al coger alocadamente los cascos cuando les dieron la alarma no debieron atinar con los suyos y les bailaban en sus cabezas teniendo que llevar el arma en una mano y con la otra sujetarse los cascos y que cuando se tiraron cuerpo a tierra se les caían y rodaban por las dunas. La repanocha fue la forma de rodearnos alocadamente, de haber tenido malas intenciones no habríamos dejado uno vivo. Una vez revisados todos los pasaportes y darles sus mandos vía libre nos dejaron proseguir insistiendo en que estábamos como sonajeros de andar por allí.
Estuvimos 8 o 9 días seguidos acampando en el desierto sin pisar carreteras y sin pillar una ducha, Fernando y yo dormíamos al raso, siempre nos ha gustado contar estrellas en el desierto, pero 2 noches por el viento y la humedad tuvimos que montar la tienda.
Ouadane
Eso de las tiendas Decatlón son un infierno; las tiras al aire y se montan solas en un plis, pero recogerlas es un trabajo de ingeniería, me siento incapaz de atinar con ese extraño juego de muñecas que tienes que hacer para que la maldita tienda se pliegue. Es mejor llevarse una para cada día e ir dejándolas allí.
Mezquita de Chinguetti
Pasamos muy cerca de Malí y Senegal, apenas 90 Km. del primero y 60 de éste y llegamos a Nouakchott, la capital del país. Marruecos comparado con Mauritania es Nueva York, la pobreza es extrema, según avanzábamos hacia el sur se asemejaban ya más los paisajes a la sabana del África negra y del Sahel, las pieles mucho más oscuras y la fisonomía de los habitantes más erguida y de considerable altura comparada con los marroquíes.
Oasis de Terjit
Tomamos ya desde la capital dirección norte por la orilla del mar, kilómetros y kilómetros de playa hasta llegar al Cabo Tafarit donde compramos peces a los pescadores que allí estaban y después de un laborioso trabajo de limpieza y descame los cocinamos en un fuego en la playa.
Cuando salimos a la carretera, una de las pocas que tiene el país, el avance era lentísimo debido a los continuos controles militares que nos paraban, algunos cada 5 Km. ¿Qué podíamos hacer ilegal en un tramo de carretera de apenas una decena de kilómetros para que nos parasen continuamente? Lo más que pudiera suceder es que nos caducaran los pasaportes en esos diez minutos, pero en fin, es algo inevitable en África, hay que sacar los pasaportes continuamente y darles –no se para qué- tu profesión que les encanta saber lo que eres.
Monolito de Ben Amira
En los arcenes se acumulaban los camellos, los borricos y las vacas muertas atropellados por los vehículos, los había por docenas y allí nadie se ocupaba de recogerlos.
Paso de Herrour
El contraste entre Marruecos y Mauritania es brutal, cuando aquel mira claramente al norte buscando un acercamiento a Europa lento pero progresivo, Mauritania mira al sur, así como sus pocos enlaces asfaltados que apuntan más a Senegal y al Sahel que hacia sus mal avenidos vecinos del norte.
De vuelta hicimos noche en Villa Cisneros, ahora llamada Dakhla, antigua ciudad española. Allí encontré un sacerdote español, uno de los dos que quedan en todo el Sahara Occidental, estuvimos en una terraza tomando una cerveza y charló con nosotros sobre la marcha verde que el vivió de cerca y como el espabilado del Hassan enviaba Marroquíes a la zona para sobre poblarla y ganar así un improbable referéndum y hacer suyo todo el Sahara. El elemento éste mandó contra las tropas españolas a 300.000 civiles de los que 150.000 se quedaron a vivir allí.
Al día siguiente dormimos en Tan Tan, antes pasamos por Tarfaya, otra plaza española y en ese momento estábamos a 100 Km. de las Islas canarias, buena cobertura Movistar y emisoras en español que nos ponían al día del secuestro del Alakrana y de los derrapes del Atlético de Madrid. El último día ya muy cansado decidimos hacer 1.400 Km. desde Essaouira y ya del tirón cruzando la frontera por Ceuta y cogiendo el Ferry para llegar a casa.
Un viaje que tenía por hacer pero que no sé si volveré a repetir…..demasiado rudo para tan poco tiempo. O haces kilómetros de sol a sol sin descanso y gastas tus fuerzas en avanzar metro a metro por el desierto o lo dedicas más tranquilamente a conocer a sus gentes, las dos cosas es imposible en tan solo 20 días.
Aún así, hay que ir una vez en la vida al menos a sufrirlo y disfrutarlo. Mucho queda en la retina y en el espíritu cada vez que cruzo el Estrecho que me hace ver la vida de otra forma durante una buena temporada……..hasta que se me gaste el “carburante” y vuelva a bajar a “casa”.
Ignacio.
Nissan GR.